
Uno no elige siempre las cosas que le suceden, pero sí está
en su mano gestionar la manera de afrontarlas. Yo empecé con mal pie.
No acepté el diagnóstico y en la caída en picado, mi cuerpo se dejó
llevar. Mi estado de ánimo también. Mi mujer, una gran mujer de 43 kg y
1,49 metros de altura, intentó animarme, que no me diera por vencido
pero, ¿para qué luchar si era una batalla perdida?
De pronto un día intenté coger a mi hijo en brazos y no
pude. Lo volví a intentar y tampoco. Ese día lo cambió todo. Decidí que
quería volver a coger a mi hijo en brazos. Tenía que cambiar y afrontar
las cosas de otro modo. La batalla solo está perdida si no se intenta.
Me calcé las zapatillas y bajé a la calle. A pocos pasos
hay un cartel que dice que la parada de metro más cercana está a 200
metros. Doscientos. Justo la misma distancia que aquel médico me dijo
que sería incapaz de caminar. Lo intenté. Tenía que hacerlo por mi hijo,
por mi mujer, por mí. Di un primer paso. Siempre dicen que un largo
camino empieza por un primer paso, aunque este largo camino sea solo de
200 metros. ¡Qué relativa es la distancia según quien la recorre! Y lo
conseguí. Logré llegar a la estación de metro y pensé que si había sido
capaz de andar 200 metros a la primera, qué más no podría conseguir.
Empecé a buscar como loco actividades para hacer y paseos
cada vez más largos. Los 200 metros se convirtieron en un kilómetro, en
10, en medias maratones y en maratones. Sí, maratones, 42 km con 195
metros. Casi 42 kilómetros más de la “imposible” distancia de 200 metros
con la que empecé.
También me apunté al club de piscina de mi barrio, me
compré una bicicleta, cambié de zapatillas. Quería comerme el mundo.
¿Esclerosis múltiple? ¿Y qué? Nadaba. Iba en bicicleta. Corría. Cogía a
mi hijo. ¿Cuál era el siguiente reto?
Un día descubrí que dentro de los triatlones hay una
categoría especial para enfermos de esclerosis múltiple y pensé que eso
significaba que en mi estado podía conseguir completar un triatlón de
corta distancia. De nuevo, lo conseguí. Y puestos a retarse, ¿por qué no
probar con el rey de los triatlones? ¡El Ironman! Eso son 3,8
kilómetros nadando, 180 kilómetros en bicicleta y para rematar, 42,195
kilómetros corriendo. Algunos temían por mi estado de salud, tenían
miedo de que quizás se me estuviese yendo todo de las manos, pero yo
estaba seguro de que podía conseguirlo. Y lo conseguí, gracias a la
ayuda de amigos y familiares.
Pero esta prueba deportiva solo es uno de los retos vitales
a los que tengo que hacer frente. Mi vida ha cambiado mucho. Antes era
un hombre sano, con sentido del humor, ejecutivo comercial de una gran
empresa, viajaba constantemente por todo el mundo para cerrar acuerdos
importantes. Mi vida profesional transcurría entre países exóticos,
hoteles lujosos, esperar en aeropuertos.
Todo eso cambió cuando, estando de vacaciones con mi
esposa, se me cayó el cigarrillo. No le di importancia, pero se me
volvió a caer. Quien fume entenderá lo raro de este detalle: pocas veces
se nos cae un cigarrillo de las manos, menos aún dos veces. Intenté
coger una lata de refresco y no atiné. Ese día empezó una larga tortura,
de médico en médico, de falso diagnóstico a falso diagnóstico. Nadie
sabía decirme qué me ocurría: que si el estrés, que quizá un ictus leve.
Al final dieron con la clave y era esclerosis múltiple.
Ahora sé que los límites pueden romperse, que nadie debe
decirte qué puedes hacer y qué no puedes hacer, que tus capacidades solo
las conoces tú y que rendirse no es una opción. No, al menos, antes de
empezar. Siempre que te marques retos ambiciosos, pero alcanzables, todo
depende de ti.
Todo esto lo expliqué en un Informe Robinson,
el programa de Canal+ que presentaba Michael Robinson, y eso me abrió
puertas y ventanas. Varias asociaciones me llamaron para oír mi
historia. Yo insistí en que no quería hacer bandera de nada, que no
pretendía ser un ejemplo a seguir en lo deportivo, que hay enfermos de
esclerosis múltiples que realmente no pueden caminar 200 metros. Pero en
lo conceptual sí creo que cada uno debe marcarse su propio Ironman.
Yo tiro hacia adelante, hablo de ello, porque la esclerosis
múltiple es hoy en día una enfermedad totalmente desconocida en nuestro
país y, sin embargo, la padecen cada vez más personas. Debemos
normalizarla, explicando cómo es y qué sentimos para que los que nos
rodean lo entiendan y nos comprendan.
Mi reto personal llamó la atención de una editorial, Amat, que me propuso escribir un libro. ¿Por qué no? El resultado es Rendirse no es una opción. Casi paralelamente, FILMAX se interesó y surgió: 100 metros, una película de ficción inspirada en mi historia. ¡Esto ya que si realmente me supera!
Cuando me preguntan respondo que la esclerosis múltiple no es un
resfriado y sigue dando guerra, tirándome a la lona de vez en cuando.
Pero no me deja KO, porque tengo mil motivos para luchar, porque me ha
hecho mejor persona, porque me ha brindado oportunidades increíbles y
porque rendirse No Es Una Opción. Y nunca dejaré de dar las gracias por
ello. Gracias, gracias, gracias.