Un corredor que padece una grave enfermedad participó en todos los maratones de A Coruña y en las diecisiete Vig-Bay de Vigo y siempre es el peor clasificado
Corre para escapar de la enfermedad. Su carrera es contra la granulomatosis de Wegener y las bronquiectasias en el pulmón que le detectaron en el 2004. «Si me llego a quedar en el sofá? Me he cuidado. Dijeron que igual no cumplía los 40 años, y ya tengo 48, ocho de regalo, y todo gracias a correr», comenta Juan Salvador Zaragoza Romero, un malagueño que no se ha perdido ninguna de los cinco maratones organizados en A Coruña y también estuvo presente en los diecisiete Vig-Bay celebrados hasta el momento entre Vigo y Baiona. Se desplaza del sur al norte, antes en coche y ahora normalmente en avión, y siempre queda de último. Nunca falla. «Vengo a Galicia porque estuve casado con una coruñesa, pero también corro en otras pruebas por España adelante. Llevo más de 300 maratones y medias maratones y fui el último clasificado 191 veces», destaca días después de haber batido un nuevo récord, su peor registro. Paró el crono en 5 horas y 51 minutos en el maratón coruñés. Hace unas semanas, en Baiona, hizo su media maratón más lenta, 2 horas y 45 minutos.
La norma federativa indica que se cierra la meta a las cinco horas y media, pero con Juan el juez-árbitro flexibiliza la norma por su simpatía y por sus particulares circunstancias, algo que confirman desde la federación. «Estoy muy agradecido porque hay lugares donde son más intransigentes, por ejemplo en Málaga, en mi tierra».
Relata lo que sucedió tras aquél diagnóstico del 2004. «Estuvieron a punto de sacarme medio pulmón. Hubo una pequeña disputa entre neumólogos y decidieron conservarlo. El médico me ve cada dos meses y por el momento saco un cinco pelado, pero me llega para ir tirando», asegura Juan Salvador, The last man, como se llegó a serigrafiar en una camiseta. Compagina pruebas deportivas con su trabajo como profesor de primaria en un colegio de su tierra y con sesiones de quimioterapia. «Me acuerdo de que un ciclo lo empezaba el 6 de abril, en concreto del 2012 y tenía el medio maratón de Vigo el día 11. Le pedí a los médicos si la podían retrasar. Fui, corrí y, a la vuelta, la quimio. Te deja flasheado, con un cansancio brutal. Solo te apetece llegar a la cama y dormir. Pero al mes ya estaba con los ojos fijos en entrenar otra vez y trotar». Unos problemas físicos que lo limitan pero no lo arredran. «En las carreras voy con el freno de mano puesto, a siete minutos por kilómetro, para que no haya riesgo de que pueda toser sangre por culpa de la enfermedad. Voy de último, pero controlando. En estos años solo tuve dos ingresos gordos, de UVI, por hemoptisis franca», relata este hombre que presume de que «nunca me he retirado». Su meta es cruzarla.
Espíritu positivo
Dice que en Galicia siempre lo tratan con gran cariño y que en Vigo
no le cobran la inscripción y le regalaron una camiseta en la que
figuran sus 17 peores tiempos. Habla con alegría y contesta con espíritu
positivo. «La vida es muy dura como para transmitir tristeza. Yo
prefiero contagiar optimismo. Por ejemplo, a pesar de ser siempre el
último procuro ayudar en carrera a los cadáveres que me encuentro por el
camino. Les digo si te pegas a mi culo llegas seguro fresco y con buena
cara?. Apenas hablo de mis males físicos con nadie, solo quiero que la
gente se lleve de mí la alegría del que nunca borra su sonrisa de los
labios», reflexiona Juan Salvador, que emula a la gaviota pero corriendo
en lugar de volando. Muchos le animan a que pruebe en Nueva York, pero
dice que se siente a gusto aquí, donde cuenta con el cariño del público,
que ya lo conoce y lo apoya en todo momento. Un claro ejemplo de que se
puede ser el primero quedando de último.
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