Pere Ribes se sienta al filo del banco de la mesa que ocupamos
en el restaurante. Han traído el postre, yogur con frutos rojos. Arrima
la copa hasta su nariz y huele el vaso. Sus dedos, sigilosos, tantean la
mesa hasta alcanzar la cuchara. La palpa, la coge con toda la mano y la
alza acariciando la copa del yogur hasta dejarla caer dentro. "Cómetelo
rápido, que está a punto de llegar David", le advierte su madre,
Antònia Graboleda.
La emoción le entra por las orejas y abre de
par en par sus ojos. Suelta la cuchara y se agarra con sus dos manos al
banco donde está sentado. Aspira fuerte y se le escabulle un soplido que
encaja con una sonrisa. Pere quiere ser de mayor como el periodista
deportivo de Ràdio Olot David Planella, que retransmite los partidos de
la Unió Esportiva Olot, el equipo de Pere y al que espera para ir al
campo.
No es una historia de fútbol, ni es una historia sobre periodismo de
radio. Pere es un niño de diez años que siente los partidos como no lo
hace la mayoría de la afición. Siempre ha ido con su radio al campo para
escuchar los goles que marca el Olot, pero de un tiempo a esta parte ya
no le funciona y casi no la necesita. Fue así como se le ocurrió querer
ser periodista. Era agosto de 2014, “al estropearse la radio, un día me
fui con David (su gran amigo) donde está la prensa y pedí a los
periodistas si me podía sentar con ellos para escuchar el partido en
directo”. Allí estaban Edu de Batlle, periodista deportivo de RAC 1 “que
aunque retransmita los partidos del Espanyol es muy bueno”, confiesa
Pere, y David Planella por Ràdio Olot.
Así es cómo empezó su admiración por lo que hacían sus ídolos
periodísticos y su deseo de ser como ellos. Pere es ciego de nacimiento,
pero eso no es una barrera para construir ese sueño que ronda desde
hace algo más de un año por su cabeza: ser de mayor periodista
deportivo.
Fútbol con los ojos cerrados
Para Pere el
fútbol no es un campo verde, ni hay distinción en las camisetas de los
jugadores, tampoco hay la misma distancia entre una portería y otra,
donde se espera que acabe el balón. “Cada mañana me levanto pronto, a
las seis en punto, y enciendo la tele y la radio para hacer el
seguimiento de la jornada”, explica Pere. Distingue un medio del otro y
“no ve dificultad para seguirlos”, cuenta su madre.
Pudiendo
quedarse en su habitación, va hasta el estadio porque para él el futbol
tiene olor a césped levantado cuando chutan fuerte; le deja el paladar
agrio si calla la gradería, o dulce cuando la afición grita o Planella
canta gol; descubre el terreno jugado porque explora sus límites
andando sobre él. "He caminado por el campo varias veces y cuando me
dicen quién ataca en cada momento y quién tiene el balón yo ya los sitúo
en el campo", explica. Para Pere, el fútbol no sólo se ve con los ojos.
Se huele, se mastica y se pisa. "El gol que más me emocionó fue aquel
que David cantó en el partido contra el Lleida", recuerda Pere.
"Podría
haber sido tenis, o hockey, o baloncesto, pero ha sido fútbol. Es que
todos hablan de fútbol", me explica Pere cuando le pregunto por qué le
gusta tanto este deporte y no otro. El niño también practica natación,
atletismo (ejercicios que le facilitan reconocer todo su cuerpo en
acción) y ha descubierto hace poco que le gusta jugar a
goalball
(un deporte creado específicamente para invidentes que se basa en
lanzar una pelota que lleva cascabeles para detectar su movimiento y su
situación en el campo). Aún así, el fútbol acapara casi toda su
atención.
Él se nutre de lo que oye. En casa no son muy futboleros, pero en el
colegio, con los amigos, o por la calle sí escucha hablar del Olot, en
una población que no alcanza los 34.000 habitantes y todos se conocen.
Desde que ascendiera a Segunda B en 2013, el equipo de su ciudad está
más arropado que nunca por su afición. Todos hablan de él. De las
800 personas que solían acompañarles en los partidos cuando eran de
Tercera catalana, han pasado a casi doblar la cifra. "Unos 1400
aficionados suelen venir al campo en cada partido. Más o menos lo
equivalente a número de socios", cuenta Planella. Desde los siete años
está viviendo cómo su equipo juega en una liga semi profesional y los
pasos que está dando para profesionalizarse.
"También soy del
Girona y del Barça", dice Pere, "pero más del Olot. Porque son de aquí,
porque me gusta escucharlos e ir a verlos y porque conozco a casi todos
los jugadores".
"Pere es el seguidor que siente como nadie el
Olot", comenta Uri Santos, delantero del equipo. Tras hacerse una foto
con Pere en el campo, le lleva hasta el mosaico con todos los nombres de
jugadores y socios. Le coge la mano y la acompaña hasta el relieve para
que acaricie las letras. “Lo siguiente será pedir al club que lo pongan
en braille", dice.
Un mundo no visual
Pere ya sabe cómo
hará periodismo sin almacenar memoria con los ojos. Es en el colegio
donde ha encontrado la muleta de sus futuras retransmisiones
periodísticas. David Clavaguera, uno de sus mejores amigos, también
quiere ser periodista deportivo. Cómo lo harán es lo que más curiosidad
suscita en sus padres. Pero entre ellos no ven la dificultad que
presagian los adultos. Ya han ingeniado el tándem que formarían de aquí a
unos años al micro. "David narraría las jugadas de los futbolistas y yo
hablaría unos segundos más tarde, para explicar con mi análisis cómo
está yendo el juego", explica Pere.
¿Qué es ver para Pere? Es lo que inquieta a los suyos cuando no saben
cómo se imaginará lo que es el futbol. “Cuando tú estás en la estación
de tren y oyes ese jaleo de gente, él puede estar escuchando dos o tres
conversaciones a la vez”, cuenta su madre Antònia. “Como su fuente de
percepción no es la visual, apenas tiene elementos de distracción. Su
capacidad de discernir, atender y entender es superior a la nuestra.
Pecamos de creer que el mundo solo es visual, pero la inteligencia entra
por las orejas y la distracción por los ojos”, añade.
Pese a
ello, la madre se pregunta si el deseo de su hijo podrá cumplirse. “Yo
creo que a la larga cambiará de idea. Es muy jovencito. Es verdad que
lleva un tiempo arriba y abajo con la radio y con sus locuciones en
casa. Quizá no sea consciente aún del grado de su discapacidad. Pero
también me hace plantear por qué no lo podría hacer, qué le impediría
hacerlo. A ver si él es capaz de explicártelo con palabras”, dice la
madre.
“Yo con la radio veo perfectamente todo lo que pasa en el
partido. Por eso sé que lo sabría hacer bien”, confiesa Pere, “solo iría
unos segundos más tarde que el resto de locutores, para rematar con mi
intervención lo que ellos cuentan”.
La radio, una función vital
David
Planella, ex alumno de Antònia, es uno de los responsables de que Pere
sienta esas ganas de hacer periodismo. A su vez, Pere marca el trabajo
de David. Hay una admiración mutua. Para Planella, haber conocido a Pere
ha sido descubrir una manera de aprender radio de nuevo. "Cuando no te
salen las palabras y no retransmites bien lo que estás viendo, piensas:
hay alguien como Pere que me está escuchando". Para el periodista hay en
cada partido una voluntad de hacerlo mejor. "Solo por él, ya es una
función vital la de Ràdio Olot. Es una motivación extra", confiesa.
Desde
Ràdio Olot le han dado a Pere varias veces la oportunidad de
retransmitir partidos. Su debut vino con la jornada del Olot contra el
Valencia Mestalla el pasado año, el 17 de abril. Así fue su
intervención: "Hoy podemos hacer un paso muy importante. Estamos muy
cerca de la promoción para no bajar, aunque el Mestalla, con los mismos
43 puntos, quiere lo mismo", locutó. Su voz no fue la de un balbuceante
primerizo ante el micro. Después de eso, vinieron más oportunidades.
"Ser comentarista es una experiencia que me encantaría continuar
haciendo", cuenta. Pere practica a menudo en casa con unos cascos, un
micro y una grabadora que le regalaron sus padrinos el año pasado para
su comunión. En su habitación, cuando se aburre, dice, imita las
locuciones de los periodistas de la radio. “Cada día escucho la radio y
la televisión y luego me grabo para aprender a retransmitir como ellos y
mejorar”, cuenta.
Desde Ràdio Olot están buscando la fórmula que
se adapte a los deseos de Pere. "No deja de ser un niño de diez años, no
podemos pedirle una continuidad semana tras semana. Pero hemos
intentado buscarle un hueco como comentarista puntual", me explica
Planella. De esa forma, Pere podría seguir aprendiendo de la radio y lo
haría disfrutando con los profesionales que admira.
En el campo
sueña con ser el comentarista de la jornada y en el patio de la escuela
juega a ser entrenador de fútbol. “Los primeros días en el cole había
una tirantez, una tensión… Pero ahora a sus compañeros le encantan jugar
con él”, explica la madre. En el recreo se pone junto al portero, su
referente de voz. Este, como si su bastón de guía se tratase, le va
diciendo todo lo que ocurre.
Quién posee el balón en cada momento y
dónde se encuentra cada jugador en el terreno. Y Pere, tras la
portería, vocifera dando órdenes a sus compañeros. En el futbol, desde
todos los ángulos, ha encontrado la manera de formar su experiencia.
"Algún día ya le han reñido en el cole por la intensidad con la que lo
vive", cuenta entre risas Antònia.
“¡Yo ya me veo!”
Pere
nació el 24 de noviembre de 2005. “Desde el tercer día de tenerlo ya
sabía que no me miraba. Era mi segunda criatura, yo ya tenía a Neus (la
hermana, tres años mayor que Pere), ya sabía lo que me decía”, recuerda
Antònia. Un mes más tarde seguía en la misma situación. “Se lo conté
sólo a mi mejor amiga. Era algo muy bestia para explicárselo a mi marido
sin estar segura”, confiesa. El 26 de diciembre, cuenta la madre, le
diagnosticaron un virus respiratorio sincitial (VSR), similar al
resfriado muy común en los bebés. Le dieron de alta en enero y nadie
notó nada extraño. En una segunda revisión del virus es cuando le
confirmaron la ceguera.
Lo que impide a Pere registrar imágenes en
su memoria es una enfermedad de origen genético en la retina, amaurosis
congénita de Leber (LCA en sus siglas en inglés). "La retina es una red
tan fina, tan fina como la piel que separa las capas de la cebolla. Eso
es lo que tiene dañado y lo que le impide ver", cuenta Antònia.
“Al principio, en vez de buscar estímulos para suplir la discapacidad
visual, nosotros buscábamos todo tipo de soluciones médicas. Porque
creíamos que sería un caso diferente, que encontraríamos una solución a
lo que creíamos un problema”, relata Antònia.
Contactaron con la
doctora Jean Bennett y su equipo, de la universidad de Pensilvania, ya
que trabajan sobre el gen RPE65, que es el responsable de convertir la
luz en señales neuronales en la retina. Su mutación es la causa de la
ceguera de Pere. Pero no se había investigado mucho aún. “No queríamos
que mi hijo fuera conejillo de indias. Al final nos dijimos ¿Y si
teníamos la posibilidad de vivir una cosa que no todo el mundo tiene?”,
cuenta la madre del niño.
Para Pere, sus únicos órganos de visión
competentes son el tímpano y las yemas de los dedos. “Hace poco le
pregunté si le gustaría verse, pero la pregunta fue absurda para él. Es
como si a ti te preguntasen si te gustaría verte en una cuarta
realidad”, cuenta Antònia. ¿La respuesta de Pere? “¡Yo ya me veo,
mamá!”, le dijo, “¿qué gano viéndome con los ojos?”. “Para no
tropezarte, por ejemplo”, le contestó su madre. “Para eso ya tengo el
bastón, mamá”.